Años y años hace de esta historia, pero ha perdurado en la memoria. Ahora os explicaremos cómo fue todo y vosotros juzgaréis si fue suerte. Joan es el protagonista, un buen campesino catalán con barretina que inició la tradición ahora bien vista.
Cuidaba del huerto y el ganado en la masía familiar que heredó, cuando llegó una terrible sequía haciendo la cosecha imposible. En esa zona de Cataluña, la tierra estaba bien seca y no llovía. _¿Qué haré para que el huerto dé frutos?, pensaba Juan cada día observando triste la sequina sentado bajo una encina. Una jornada, su mujer Vicenta olvidó cerrar la vaca en el establo y por la mañana encontró, que el animal apurado casi todo el campo había cagado.

En vez de recoger aquel desastre, la campesina se acercó a ella horca en mano y, con la árida tierra, todo lo barajó. Pasaron días y días, de sol en luna, de luna en sol, y de gota ni una. Igualmente, el buen Juan regaba el huerto con la esperanza del optimista y la fe de quien cree en lo que no ve. Hasta que con un canto tempranero del gallo unos brotes verdes se abrieron paso, justo en las hileras de tierra de la masía donde ella escondió la basura animal. Al quitarse el par de campesinos, no podían creerse el milagro. _¡Eso han sido las cacas de la vaca! exclamó a la mujer contenta. Y, después, se lo explicó a su marido, que tuvo una buena idea: _¡Lo que tenemos que hacer, amor mío, es esparcir cacas por todas partes!

Se organizaron de tal modo que ella cocinaba casi todo el día y él mantenía la tierra húmeda. Ambos tenían que comer lo suficiente para poder defecar por la masía. Y, en un lugar diferente cada vez, fertilizaron el campo con alegría. Sus vecinos también campesinos quedaron sorprendidos. Todos querían saber su secreto, que les compartió Joanet. Al final de la época de cosecha, celebraron juntos la abundancia que les trajo la vaca Pepita. Año tras año, repitieron el ritual, cada invierno, hacia la Navidad. Desde entonces, a Vicenta y Joanet se les conoce, más allá de su pueblecito, como quien llevó buena ventura a los catalanes de payés o la pareja de Caganers. Pero, aún no contento del todo él, que era bastante soñador, propuso a su amor: ¿Y si hacemos sonreír a más gente? Ella vio claro lo que tenía en mente. Dicho y hecho, que la parejita se prepararon la maleta y con un deseo viajan por el mundo: ¡esparcir felicidad para todos!